22 feb 2012

Teseo y Fedra

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La bella Antíope vivió feliz muchos años con Teseo y le dio un hijo llamado Hipólito, que iba a tener un fin desgraciado. Al cabo de un tiempo se cansó de la amazona y la repudió. Entonces contrajo nuevo matrimonio con Fedra, hermana menor de Ariadna, en el aspecto político, para terminar de una vez para siempre con las tensas relaciones entre Atenas y Creta, y en el sentimental, porque no había olvidado nunca a su primer amor, un amor que físicamente no había podido consumar, y Fedra ¡se parecía tanto a su hermana! Además tenía la ventaja entonces de que era más joven. Por su parte, Fedra recordaba a Teseo de niña, conocía todos los detalles de su vida y sabía que ahora era un rey muy poderoso que tenía un hijo de Antíope llamado Hipólito...
Fedra, ambiciosa, se casó entusiasmada con Teseo, pero pronto se dio cuenta de que su augusto esposo buscaba en ella un parecido moral con su hermana que ella no podía ofrecer, y pronto vino la rutina y el cansancio. Fedra entonces buscó la forma de vengarse...






La ocasión la encontró en el pobre Hipólito, que se había convertido en un apuesto mancebo. Fedra se enamoró apasionadamente de su hijastro y, tras declararle sus sentimientos, intentó una y otra vez entregarse a él. Hipólito, que había consagrado su vida a Artemis, recibió con asco la proposición y rechazó todos los requerimientos. Fedra, despechada, terminó por ahorcarse. En una carta dirigida a su esposo contó la historia al revés, afirmando que había tomado aquella decisión porque Hipólito había intentado mancillar su honor (viene a ser un nuevo reflejo en la Mitología Clásica de la historia de la mujer de Putifar, capitán de la guardia del Faraón, y del casto José, vendido por sus hermanos a los egipcios... Pero historias como la de Fedra ¡han habido y seguirán habiendo tantas!). Al leer la carta de su esposa, Teseo montó en cólera y maldijo a su hijo, quien pronto sufrió un accidente y murió destrozado bajo su propio carro, cuando los caballos de éste se asustaron ante la presencia de un toro que se dirigía contra ellos y provocaron el vuelco.






Sin embargo, Hipólito recobró su dignidad gracias a que Artemis hizo saber a Yeseo la verdadera historia. El héroe comprendió entonces su error y cuán profundos eran el respeto y amor de su hijo, que desde entonces pasó a ser considerado como modelo de piedad filial. Algunos mitólogos ven en Antíope a una diosa lunar y en Fedra a una Aurora. Hipólito sería la estrella matutina, que poco antes de despuntar el día brilla en el firmamento, donde su madre la Luna es todavía reina Y señora. Pero el lucero del alba excita pronto los deseos apasionados de la Aurora y es lanzado del firmamento por el Sol, desapareciendo en la bruma marina.
En las escuelas psicoanalíticas modernas el «complejo de Fedra» se ha venido a añadir a los de Edipo y Electra, complejo de la mujer madura que llega a una edad la en que ya no puede concebir, pero si amar, junto a una serie de trastornos fisiológicos y psíquicos. Complejo llamado así en recuerdo de aquella esposa de Yeseo que las circunstancias hicieron que no pudiera gozar plenamente del amor como ella hubiera deseado.

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